miércoles, 20 de junio de 2007

Réquiem por un ciudadano mundial. Parte III

Seguimos con Réquiem por un ciudadano mundial. Si no sabes de lo que hablo visita:


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III

El resto de la carrera pasó en la más absoluta normalidad, una normalidad serena y tranquila. No volví a relacionarme con los miembros del PAJ, aunque me consta que siguieron reuniéndose, me alegre mucho por ellos. Cuando acabé los estudios, conseguí una beca para realizar el Master en Cambridge.

Allí conocí al profesor que marcaría mi vida: Alan Svenson. Yo venia con una recomendación de un profesor mío para que él dirigiera mi tesis, cosa que aceptó encantado.

Como tema de mi proyecto elegí lo que más me había fascinado durante toda mi vida: La Teoría de la Unificación, crear un único modelo que explique todos los fenómenos del universo. Esta había sido la meta de los físicos durante décadas: cuerdas, supercuerdas, branas,… multitud de teorías habían surgido y desaparecido dejándonos, quizás, un poco más cerca de la verdad. Así yo, joven e ingenuo, me propuse lograr lo que tantos otros no habían conseguido.

Allí, en Cambridge, con todos mis gastos pagados, vivía bien, no tenia preocupaciones salvo las que me proporcionaba mi ambicioso proyecto. Durante años trabaje sin descanso, tantas noches en vela, me pasaron factura, siempre bajo la atenta dirección de Svenson, que contento estaba yo de haber encontrado a alguien tan amable y preocupado, ¡que inocente era!

Por fin, llegó el momento, en un par de meses presentaría mi proyecto ante el tribunal: lo había conseguido. No había logrado una teoría totalmente coherente ni mucho menos, pero suponía un principio que revolucionaría la Física… y vaya si lo hizo.

Un día, mientras me disponía a ultimar unos detalles, encendí mi ordenador y allí no había nada, el disco había sido borrado completamente, seguramente algún virus de esos que tanto abundaban. Tras un primer susto inicial, me tranquilice, hacia menos de una semana había hecho una copia de seguridad; Svenson la guardaba en la caja fuerte de su despacho. Justo cuando iba a salir, recibí el último número de Nature, en portada: La Unificación ya es posible, por el profesor Alan Svenson. La revista cayo de mis manos, me había robado aquello en lo que tanto había trabajado.

Me dirigí inmediatamente a su despacho, no estaba; en su casa tampoco. Recorrí todos los lugares que solía frecuentar pero fui incapaz de dar con él. Una semana después apareció en su despacho, había estado con unos colegas en un hotel del Caribe discutiendo acerca de su teoría, ¿su teoría? En este momento, no pude contenerme y empecé a gritarle:

- ¿Quién te crees que eres? ¿Cómo has podido robarme mi teoría?

- ¿Cómo dices? Llevo años trabajando en la teoría de esa Teoría, no entiendo a que viene este alboroto.

En ese momento, todo dejo de tener sentido para mi, tenía la desfachatez de mirarme a la cara y mentirme de esa manera. Yo seguí gritándole y dos gorilas aparecieron de repente. Estuve a punto de ser expulsado de la Universidad.

Y llego el día en el que tenia que defender mi tesis. Allí me encontraba yo, ante el tribunal, acusando a uno de los científicos más respetados del planeta y amigo de la mayoría del tribunal.

Disparé un brillante alegato al que solo respondieron con burlas y denuncias. Svenson reía complacido desde su asiento. Después de eso, me retiraron la beca inmediatamente, y me expulsaron definitivamente de la Universidad, y prácticamente del ámbito científico, dejándome en la calle, humillado y desprestigiado.

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