La hora llegó y Sator fue encaminado hacia la sala donde tendría lugar el encuentro, allí se encontraba ya el máximo dirigente de Lu’Pak: el Alto Representante Fi’Move, sentado sobre un trono elevado sobre el suelo. Se le distinguía rápidamente de los demás habitantes de Lu’Pak. Normalmente los lupakianos no llevan ningún tipo de vestimenta, no ocurre así con los altos cargos que usan diversas capas para indicar su posición. Fi’Move por supuesto llevaba la capa determinada por su posición, así como los demás miembros de la Cámara de Zo’Tac.
— Excelencia — dijo Fi’Card mirando al Alto Representante— Señores de la Cámara. Les presento a Sator de Tirosis, representante oficial del Emperador Akkon. Representante Sator, se encuentra ante la Cámara de Zo’Tac, máxima autoridad en Lu’Pak. Ahora que ya se han hecho las debidas presentaciones, propongo que paremos a escuchar el mensaje de Corson.
— Lo primero de todo —comenzó diciendo Sator en un tono amable— quiero agradecer en mi nombre y en del Imperio, su hospitalidad al recibirnos aquí. Es para mi un honor ser el primer corsones en pisar su planeta. Como supongo que sabrán estos cinco años de vida del Imperio han sido muy duros. Muchos de nuestros mundos sufrieron ataques y las reconstrucciones están siendo lentas y dolorosas. Pero no he venido a hablar de eso. En este tiempo muchos mundos se han anexionado al Imperio, sin que ello suponga una diferencia notoria para ellos. El Emperador no está contento con esta situación. Él tiene el sueño de un Imperio unido y cohesionado. Por lo tanto, a partir de ahora las cosas van a cambiar. Para comenzar se creara una delegación permanente del gobierno imperial en cada planeta.
De pronto, un gran murmullo invadió la sala
— ¡¿Cómo?! — la voz de uno de los miembros de la Cámara sobresalió entre el murmullo— Eso es una violación del tratado. Tenemos derechos. El tratado estableció que nosotros nos encargaríamos de los asuntos locales.
— Como ya he dicho — replicó Sator con un tono tranquilo — las cosas en el Imperio van a cambiar y Lu’Pak como parte del Imperio va a cambiar. ún así, la nueva situación no implicara la intromisión del Imperio en asuntos planetarios. La delegación imperial tendrá la responsabilidad de coordinar los asuntos imperiales, así como de facilitar la transición hacia la vida imperial. Como he dicho antes, el Emperador quiere un Imperio cohesionado y para ello va a establecer una moneda oficial común, y escuelas imperiales de asistencia obligatoria, donde se enseñara entre otras cosas el corsones, que se convertirá en la lengua oficial del Imperio, de obligado conocimiento.
— ¡Esto si que es el colmo! — Gritó otro miembro de la Cámara — La educación es una competencia local, y por lo tanto es obligación nuestra. Lo que realmente pretendéis es acabar con nuestra tradición e historia. No lo aceptaremos.
— Primero — volvió a replicar Sator sin perder la templanza — No queremos acabar con su cultura, en la escuela imperial habrá un momento para la enseñanza común de mano del Imperio y otra que será responsabilidad vuestra. Y segundo — su tono se ensombreció tremendamente y su expresión mostraba la soberbia propia de su posición— no es una propuesta y no es un recomendación. Es una ley Imperial, dictada por el mismo Emperador, y como tal es la prioridad absoluta de su gobierno. Si he venido hasta aquí para comunicársela en persona solo es una muestra de nuestra buena fe ¿me explico con claridad?
Después de eso nadie se atrevía a respirar. Los miembros de la Cámara, que un instante antes murmuraban indignados, guardaban silencio, esperando una acción por parte del Alto Representante.
— Se explica con absoluta claridad —dijo en un tono frío Fi’Move— Creo que ahora es tiempo de que nos retiremos a meditar toda esta nueva información. Volveremos a hablar pronto.
La reunión con los dirigentes lupakianos no había ido tan mal, o eso pensaba Sator. Era normal que se mostraran reticentes ante un cambio tan grande pero ya se acostumbrarían. Satisfecho, Sator volvía a su habitación a esperar que Fi’Card le comunicara las nuevas protestas de la Cámara. Pero todo esto se esfumo de su mente cuando, al entrar, vio a un lupakiano sentado en su cama.
— Saludos Sator de Tirosis — dijo el lupakiano amablemente — Me llamo Ku’ben y me gustaría hablar con usted.
— Me alegro, eres el primero que quiere hacerlo.
— Me gustaría que supiera lo que ha costado llegar hasta aquí. No ha sido nada fácil.
— Si tanto deseaba una reunión, solo tenía que solicitarla.
— No lo entiende ¿verdad?
— Entender… ¿el qué?
— Todo. La situación en Lu’Pak. El pueblo no sabe nada del Imperio. La anexión fue completamente secreta. No entraba en sus planes. Es más ¿Qué saben de nosotros? No saben nada.
— Eso es cierto — replico Sator — Por eso estoy aquí. Para aprender.
— Quiere aprender, pues yo le enseñare. Lu’Pak esta controlado por una jerarquía eclesiástica que sigue un conjunto de creencias y tradiciones antiquísimas. Cualquiera que no siga los dictados de Lu’Zic, la capital, es apresado y ejecutado por herejía. Miles de lupakianos han muertos solo este ultimo año. Yo pertenezco a una comunidad que desde hace siglos rechazamos la Teocracia en secreto. Uno de nosotros viajo a Corson y nos contó que allí nadie es obligado a seguir una religión. Estoy aquí para suplicarle su ayuda.
— El Imperio no apoya ninguna religión en particular, pero aunque lo que me haya dicho sea cierto, hemos establecido no entrometernos en los asuntos locales. Además, las cosas van a cambiar. En todos los rincones del Imperio van a implantarse escuelas imperiales, además de un código legal que acabara con ello.
— Imposible, Fi’Move nunca aceptara eso.
— Lo harán, no tienen otra alternativa.
— Sigue sin entender nada. Ellos no le quieren aquí. Supone una terrible herejía que un infiel, como ellos le llaman, pise suelo sagrado de Lu’Pak. Por eso le han traído aquí, lo mas alejado posible de Tierra Santa, Lu`Zic. Ahora he de irme antes de que me descubran. Por favor, no mencione nuestro encuentro con nadie. Tenga mucho cuidado. Volveremos a vernos pronto.
Sator quedó muy tocado por la revelación. ¿Religión? Hacia siglos que habían desaparecido de Corson y los planetas centrales. Aun quedaban algunos cultos en los planetas alejados pero era causa de lo poco civilizados que eran. No se habría imaginado que en este planeta tuvieran un arraigo tan fuerte. Y encima la gente no conocía el Imperio. Tenía que comprobar si era cierto y, de ser así, era algo que no podía tolerarse. Salio de su habitación y fue a la entrada del edificio, allí solía haber guardias. Sator se acercó a uno.
— Disculpa. Estoy buscando a Fi’Card. ¿Dónde lo puedo encontrar?
El guardia giro la cabeza mirando para otro lado.
— ¡En nombre del emperador! ¡Le estoy hablando, escoria!
— No se le ocurra gritarme, retoño de Zo’Loc
Sator, aprovechando su gran tamaño, era aproximadamente el doble de grande que el guardia, le agarro del cuello y le grito.
— Esa no es forma de dirigirse a un enviado imperial, ahora mismo va a disculparse y a llevarme ante Fi’Card ¿entendido?
— Si,… — Balbuceó el guardia — Disculpe…
Inmediatamente, el guardia se dirigió al edificio más cercano. Cuando entraron, Fi’Card caminaba por el recibidor muy visiblemente acalorado.
— ¿Qué es este alborto? ¿Qué está ocurriendo?
— Lo que ocurre es que estoy muy descontento con sus empleados. Lo único que les he pedido ha sido verle y solo he recibido desprecio. No me esta gustando nada la situación que me estoy encontrando aquí.
— Estoy seguro de que tiene arreglo — dijo Fi’Card intentando enfriar los ánimos, y seguidamente miro al guardia — ¡Vuelve a tu puesto! Hablaremos luego. Y bien — dijo volviéndose de nuevo a Sator — ¿En que puedo ayudarle?
—Estoy harto de estar aquí. Me gustaría visitar alguna de sus ciudades mientras su consejo o cámara o lo que sea dialoga.
— Me temo que eso será imposible. La ciudad mas próxima esta a días de viaje. Es imposible.
— Podíamos ir en mi nave, esta preparada para el viaje atmosférico.
— No es buena idea. Quizás… Quizás después de la decisión de la Cámara.
Sator había salido a pasear por los alrededores. Después de todo un día encerrado en su habitación sentía la necesidad de respirar aire fresco, aunque cuando salio se dio cuenta de que el aire en ese planeta no era “fresco”, o por lo menos no era como el aire fresco de Tirosis o Corson. A pesar de que lo había ignorado, no solo le molestaba el hecho de que un guardia lo hubiera estado siguiendo durante todo su paseo, sino de que pensaran que podían espiarle sin que se diera cuenta. En cualquier caso se había cansado muy pronto de ver desierto por todas las partes. Definitivamente los lupakianos los habían enviado al fin del mundo.
Cuando volvió a su habitación tuvo un pequeño “deja vu”. Sentado en su cama se encontraba, de nuevo, con Ku’ben.
— Estas sorpresas se están convirtiendo en una costumbre — dijo Sator cerrando la puerta,
— Te dije que volveríamos a hablar. Pero vayamos al grano, no tenemos mucho tiempo. Tengo una información que le seria de mucha ayuda ahora pero quiero su ayuda a cambio.
— ¿Me esta chantajeando?
— No, simplemente le estoy solicitando su ayuda.
— Está bien. ¿Qué quiere?
— Mi gente lleva entre la espada y la pared demasiado tiempo. Queremos un lugar donde poder vivir en paz y en libertad. Queremos un mundo propio alejado de Lu’Pak.
— Claaaro —dijo Sator en tono irónico — Como los mundos habitables crecen de los árboles.
— Seguro que conocen muchos mundos no habitados por cualquier razón, nosotros necesitamos uno. No podemos seguir viviendo aquí. Y lo que tengo para ti es muy importante.
— No puedo prometerte eso. Solo puedo prometerte que lo intentare y como mínimo que os sacare de aquí, y os buscare algún lugar en alguna colonia. Siempre y cuando tu información valga lo que dices ¿Te satisface eso?
— Confiaré en ti.
— Y bien… ¿Qué me tienes que decir?
— La Cámara ya ha decidido. Tengo gente dentro. Van a rebelarse contra el Imperio, le quieren usar como escudo. Le arrestaran muy pronto.
— Eso… —titubeó Sator — Eso no tiene sentido. Si me secuestran serán arrasados, tienen que saberlo. No pueden enfrentarse contra nuestro poderío militar.
— Sigue sin entender. Ellos creen que tienen a dios de su lado, con su ayuda cree que les vencerán. Su fe es tan ciega que les nubla la razón.
Sator esbozó una sonrisa.
— ¿Se puede saber como va a enfrentarse su dios contra nuestros cruceros? Van a acabar reducidos a cenizas.
— ¿Se cree que no lo sé? Yo lo sé, pero ellos no. Usted no puede comprender la fe ciega que tienen ellos. Y se llama ciega por algo. Porque no son capaces de ver las cosas mas obvias. No quiero ver a mi pueblo masacrado por culpa de esos idiotas.
No pasó mucho tiempo hasta que Fi’Card vino a recogerle
— Creo que será mejor que me acompañe — dijo este temerosamente.
— ¿Dónde vamos?
— La Excelentísima Cámara de Zo’Tac, en su infinita sabiduría a decretado que usted y todos los demás corsonianos que se encuentran en el planeta serán provisionalmente encarcelados.
— Eso quiere decir que aun tienen habitaciones más tétricas que la que me habéis dado. Creo que ya se que tiene Lu`Kap de especial
— Por favor, no nos obligue a usar la fuerza.
— Está bien, le acompañaré.
Fi’Card se movió rápidamente por los pasillos, siempre escoltado por unos guardias armados que vigilaban de cerca a Sator. En el camino se encontraron con otro corsoniano que se estaba resistiendo al arresto.
— ¡Grodet — le gritó Sator a su compatriota — No te resistas, sígueles el juego.
— ¡Pero que dices! Podríamos tirar este edificio si quisiéramos.
— No te atrevas a cuestionar mis órdenes. Solo hazlo. — Y seguidamente miro a Fi’Card — Fi’Card, como uno solo de mis hombres reciba un solo rasguño, yo mismo bombardearé su Tierra Santa.
La celda era pequeña y húmeda. No se sentía muy cómodo en su habitación pero ahora mismo le parecía el paraíso comparado con eso. Un pequeño agujero del tamaño de su ojo era la única entrada de luz, lo que hacia que la mayor parte aquella “cueva” quedara a oscuras. Sator no se atrevía ni a imaginar lo que podría haber en aquellos rincones. Por suerte pronto vinieron a recogerle. Él ya sabía que su estancia en esa celda solo era un medio de presión, y que no le tendrían allí mucho tiempo. Pero incluso si se equivocaba tenía una pequeña sorpresa preparada. Un guardia más aterrado que amenazante le llevo ante la Cámara de nuevo. En cuanto llegó el Alto Pontífice le hablo en su tono grave.
— A raíz de vuestra ruptura del Tratado que no unía, Lu’Pak decide desvincularse por completo de Corson. A cambio de una salvaguarda para nuestra libertad, les dejaremos marchar completamente ilesos.
Sator empezó a reír descontroladamente. Tras la sorpresa inicial por parte de los lupakianos, estos comenzaron a irritarse.
— Lo siento, no he podido evitarlo. — Dijo Sator con toda la prepotencia que pudo reunir — Se encuentran en una pésima posición y aún así se atreven a amenazarnos. No me pueden negar que es gracioso.
— No se que es lo que ve tan gracioso. — Le replicó indignado un miembro de la Cámara.
— Han detenido a una delegación imperial, han amenazado el propio Imperio y ¿no lo ven? Si no nos sueltan ahora mismo toda la furia del Imperio caerá sobre Lu’Pak. Y créanme, puede ser mucha.
— Ya le he asegurado que usted y su gente podrán irse a casa cuando nos hayan asegurado dejarnos libres. No tenemos intención de hacerles ningún daño.
— No lo comprenden, después de todo esto solo hay una salida. Dejarnos libres a la delegación y que todos los miembros de la Cámara me acompañen a Corson para ser juzgados por delitos de Traición. De lo contrario Lu’Pak será reducido a cenizas. ¿O creéis que podéis enfrentaros a una flota Imperial sin una nave siquiera?
— En estos cuatro años muchas cosas han cambiado. Hemos estudiado las naves que nos cedisteis y hemos creado una flota propia. Sabemos que no podemos ganar al grueso de la flota Imperial pero podemos causar los suficientes daños como para que nuestro mundo merezca la pena.
Mientras los lupakianos esbozaban una sonrisa de complacencia, Sator empezó a reír de nuevo, lo que irritó de nuevo a los nativos.
— ¿No acabas de escuchar lo que te acabamos de decir?
— ¿Realmente os creéis que unas naves basadas en nuestros transportes pueden igualar a nuestros Cruceros?
De repente, entró un lupakiano corriendo.
— Eminencia. Hemos detectado una flota acercándose al planeta.
— Antes de que me encarcelaran, ordené a las naves que comenzaran bombardeos sobre el Planeta empezando por Lu’Toc si yo no contactaba cada 1/2. Y el plazo está a punto de acabarse. Solo yo puedo anular la orden.
— Imposible, Zo’Tac nunca lo permitiría. — Dijo uno de los miembros de la Cámara.
—Ok, cambiemos el enunciado. ¿Realmente creéis que vuestra supuesta deidad puede enfrentarse a nuestros Cruceros?
— ¡Blasfemo! — Gritó el mismo miembro de la Cámara. — Arderás en el Infierno.
— Fi’Move — dijo mirando al Alta Pontífice — Tú tienes la ultima palabra. Entrégate o sacrificaras a tu pueblo estúpidamente.
Un trueno ensordecedor golpeo la superficie del planeta. Se trataba de un Crucero Imperial que se situaba a una altura desde la cual dejaba una imagen impresionante. Sator se dirigía a su transporte que le llevaría hasta el Crucero. A su espalda, se acercaba rápidamente Ku’ben.
— ¡Espere! — Gritó el lupakiano.
— Hola. Creía que no iba a verte antes de mi partida. Quería agradecerte tu cooperación. Ayudó notablemente a la resolución pacifica del conflicto. Me dijeron que os quedabais en el planeta.
— Así es. Lo hemos discutido y creemos que tenemos que trabajar por hacer de este un mundo mejor. Al fin y al cabo también es nuestro mundo.
— Para ayudaros, vamos a dejar en el planeta un destacamento. A parte de, por supuesto, la embajada que será inaugurada en breve. Si necesitáis algo decirlo y os lo darán. Espero verte por Corson algún día.
Epilogo.
Había pasado un año lupakiano desde el fin del gobierno de la Cámara de Zo’Tac y muchas cosas habían cambiado. Sator había continuado con sus obligación en la Capital Imperial sin apenas contacto alguno con Lu’Pak. Un día, inesperadamente, su asistente interrumpió su comida.
— Señor, acabamos de recibir una transmisión urgente desde Lu’pak dirigida expresamente a usted. Se trata de un tal Ku’Ben.
Sator fue rápidamente a su despacho. Encima de su mesa había un holograma con la imagen de Lu’Pak
>> Hola Ku’ben. ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal las cosas por Lu’Pak?
>> Lo siento pero esta no es una llamada de cortesía. Hemos aguantado mucho pero ya es hora de que cumplas tu promesa.
>> No te entiendo, ¿que ha pasado?
>> Ayer incendiaron la aldea que fundamos hace un año. ¡Diez de los míos han muerto! Y tu gente fue incapaz de protegernos como tú me aseguraste. Hemos tratado de hacer de Lu’Pak un mundo mejor, pero ante su ignorancia y su fanatismo no podemos, ni queremos luchar. Queremos que cumplas tu promesa de darnos un nuevo lugar para vivir lejos de Lu’Pak.