martes, 13 de noviembre de 2007

Imperio: Lu'Pak Parte I

Hoy tenemos algo muy especial. Se trata de un relato ambientado en un Universo que he ido creando a lo largo de estos últimos años y que sirve como presentación del mismo. Si todo va bien, espero ir desarrollándolo más en los próximos años. Si mas, os invito a todos a un viaje por la Galaxia hasta Lu’Pak. Mañana la conclusión.



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Aunque habían pasado solo cinco años desde la fundación del Imperio, Corson ya se había convertido en el centro sobre el que giraba todo su sector galáctico. Nunca en toda su historia había sido tan importante. Corson podía sentirse orgulloso de haber sido la cuna de una especie cuya sola mención despertaba miedo y admiración a partes iguales. A pesar de su color verdoso, muy pocos eran los que se imaginaba su peculiaridad y ninguno quien se atrevía a mencionarlo, ya que eran muy suspicaces con ese aspecto. En su cabeza, disponían de tres ojos colocados de una forma tal que le concedían una visión de 360º. No era posible coger por sorpresa a un corsones. Debido a la gravedad de su planeta, altísima comparada con la media de los planetas conocidos, los corsoneses eran corpulentos y fuertes, llegando a alcanzar una altura impresionante. El Emperador Akkon, actualmente en el trono, había logrado unirlos por primera vez en muchísimo tiempo, hecho que marcó el inicio del primer Imperio Galáctico y su dominio de la galaxia. Uno de los muchos mundos que estaban bajo su dominio era Lu’Pak, un pequeño mundo habitado por una especie introvertida y desconfiada que nunca había apreciado el contacto con otras especies y que solo se unió al Imperio por miedo a su poderío militar.

Sator de Tirosis, enviado especial del Emperador, estaba a punto de convertirse en el primer extranjero en pisar el mundo Lu’Pak. Aunque habían pasado más de cuatro años desde la firma del tratado que vinculó Lu’Pak al Imperio, eran muy pocos los que se dejaban ver por Corson. Lo único que conocía de ellos, lo aprendió durante la firma del Tratado en la capital donde conoció a una delegación de su gobierno. Se trataba de una raza insectoide, de una altura no superior a la mitad de la corsonesa, que poseían dos pares de alas en su parte posterior, lo que les hacia capaces de volar a baja altura. No había tenido mucho trato con ellos, pero siempre se mostraron fríos y distantes, mostrando que su unión al Imperio era, para ellos, un mal necesario. Nadie en todo el Imperio conocía mucho nada más acerca de ellos. Para eso, entre otras cosas, se le había enviado.

— Señor, ya hemos recibido las coordenadas de nuestro lugar de aterrizaje. Abróchese bien, vamos a proceder con la entrada atmosférica.

La nave tomó tierra suavemente. Todos los siglos que llevaban viajando por el espacio les habían convertido en unos expertos en el viaje orbital. La atmósfera lupakiana era perfectamente respirable para los corsoneses y su gravedad notablemente inferior a la de Corson lo hacían un mundo agradable. Siendo el primer alienígena que visitaba el planeta, Sator esperaba una efusiva recepción sin embargo en la pista de aterrizaje solo lo esperaba una pequeña representación lupakiana. Sorprendido, miró alrededor y comprobó que habían aterrizado en una región totalmente desértica. La delegación se le acercó y el que iba en el centro comenzó a hablar.

— Saludos emisario imperial. Me llamo Fi’Card, enviado especial del gran Fi’Move. Me encargare de que su estancia sea lo mas agradable posible. —Aunque hablaba en la lengua lupakiana, Sator lo había escuchado en un perfecto corsones, gracias al traductor universal que siempre llevaba consigo— Le aconsejaría comenzar ya con el viaje. Se alojaran en Zicur. Lo hemos preparado todo para que estén cómodos.

Era sabido que los lupakianos no poseían la tecnología del viaje interestelar pero poco más se conocía de sus conocimientos científicos. El primer contacto se produjo cuando las naves corsonianas se habían posicionado en órbita y las negociaciones se realizaron a través de transmisiones de radio. Los lupakianos insistieron entonces en que no aterrizaran. Sus representantes llegaron a una órbita baja a través de una pequeña cápsula muy rudimentaria, tras lo que fueron recogidos por el crucero corsones. Un punto del acuerdo había consistido en la cesión de una par nave corsonianas, con la que habían hecho sus pocos viajes conocidos. Pero, aun así, Sator no habría imaginado que le habían enviado a un mundo tan atrasado. ¿Comodidad? ¿Cómo podía estar cómodo en un vehículo sobre ruedas? Solo los había visto en los museos más antiguos de su planeta y nunca había sentido ganas de probarlos.

—No nos han informado de nuestra agenda — Comenzó diciendo Sator— Espero poder ver a su primer líder cuando antes.

—Pronto, sin duda. El Alto Representante Fi’Move está de camino hacia el lugar al que nos dirigimos. Es un largo viaje desde la Corte.

—Yo pensaba que nos recibiría en la Corte.

—¿En Lu’Toc? — No conocía la morfología lupakina, pero a Sator le parecía como si aquel insectoide se hubiera reído. — Lu’Toc no esta permitido a los infi…. Extranjeros. Hemos pensado que estarían mejor en Zicur.

Tardaron dos horas en llegar a Zicur. Dos horas que no fueron fáciles. No se terminaba de acostumbrar a los rudimentarios vehículos lupakianos. Zicor no era una región, tampoco era una ciudad. Zicur era un pequeño conjunto de edificios en mitad de la nada, en mitad de un enorme desierto que se extendía en todas las direcciones. Se notaba que todas las instalaciones eran nuevas. Incluso en algunos puntos se notaba cierta precipitación, como si no hubieran tenido tiempo de terminarlo correctamente. Cuando le presentaron su alojamiento Sator sintió un escalofrió. Se trataba de una habitación pequeña y oscura. Una pequeña ventana en la parte superior de la habitación era la única iluminación con la que contaba, las paredes, pintadas de un tono gris, no ayudaban. El mobiliario era aún más desolador: únicamente un armario y una mesa totalmente sobrios. Ni un solo adorno o signo de decoración en toda la habitación, en realidad en todo el edificio. Solo había una cosa que destacaba: la cama, que Sator había mandado traer expresamente desde Corson, ahora se alegraba muchísimo de esa decisión: si ese era el sentido lupakiano de hospitalidad, no quería comprobar lo que entendían como buen descanso.

Habían pasado dos aburridos días desde que llegaron. Los únicos lupakianos que se habían dejando caer por el edificio en el que sea alojaba la delegación imperial eran los pertenecientes al servicio, y en ellos se notaba algo raro, no era solo el típico recelo por los extranjeros, se trataba de algo mas fuerte, era como si evitasen cualquier contacto con los corsonianos. Ni uno se atrevía a mirarles a los ojos. Aquello suponía un contratiempo para Sator que había esperado conocer la cultura lupakiana entablando conversación con ellos. Sin embargo por más que lo intentaba no conseguía nada, unos pocos le eludían con un atemorizado “Lo siento, tengo que irme” pero la mayoría se limitaban a seguir con su tarea sin dirigirle una palabra si quiera. Era frustrante. Una vez, cuando pasaba cerca de uno, este dio un salto hacia atrás y murmuró “No te me acerques, hijo de Zo’Loc”

Afortunadamente para la salud mental de Sator, esta aburrida situación acabó con la esperada aparición de Fi’Card, al que no había vuelto a ver desde el aterrizaje.

— Su eminencia, el Alto Representante Fi’Move ha llegado — le dijo en un tono cordial pero no por ello menos distante que el resto de los lupakianos —Hemos programado un encuentro esta tarde a las 3/4. Le pasare a recoger entonces.


Conclusión

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