martes, 17 de julio de 2007

Se llama Marcelo y tiene 8 años…

Ya se que resulta un poco extraño en estas fechas, pero hoy quería dejaros algo muy especial. Se trata del primer relato que escribí, lo hice para un concurso de relatos navideños que evidentemente no gané. No seais muy duros conmigo.
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Se llama Marcelo y tiene 8 años. Marcelo piensa en como van a ser este año sus Navidades. Van a venir sus primos del norte, no los ve desde hace 5 años cuando estuvo en su casa aprovechando las vacaciones de verano; será la primera navidad que pasen todos juntos. Marcelo piensa como adornará su árbol de navidad, lo tiene todo ideado desde hace meses, pondrá bolas de todos los colores y tamaños, las más brillantes que pueda encontrar. Piensa en esa estupenda cena de nochebuena con toda la familia reunida, están sus abuelos, sus tíos, sus primos y todos sus hermanos. Todos han hecho algo para la cena, su madre ha preparado su tradicional "Picana navideña" y él aunque es pequeño quiere colaborar haciendo una estupenda "Torta de Navidad" junto a su abuela.

Pero para Marcelo la mejor parte viene después de la cena, cuando todos juntos abrirán sus regalos. No sabe muy bien que es lo que va a recibir pero es tanta su emoción que no puede esperar a saberlo. Ya puede verse a si mismo, abriendo los regalos con toda la ilusión mientras toda su familia le mira y anima en una cálida velada.

Que lástima que todo esto no sean más que pensamientos, pensamientos alentados por la prodigiosa imaginación de un niño de 8 años. Sus primos no vendrán pues no han conseguido el dinero suficiente para costearse un viaje a su ciudad. Su madre intentará conseguir un árbol del bosque para adornar la casa, aunque quién sabe si logrará sacar algo de tiempo de ese asfixiante trabajo que tiene para poder sacar adelante a una familia truncada. Truncada por un accidente laboral que se llevo al padre de Marcelo hace dos años y que dejó a una madre de cinco hijos en manos de un destino incierto. Su árbol no tendrá esferas brillantes ni la mayor de las estrellas. Este año Marcelo no podrá comer "Picana navideña", quién sabe si su madre podrá conseguir hacer algo especial para ese día. Y por supuesto, Marcelo no tendrá regalos de navidad con los que disfrutar estos días, para otros tan especiales.

Marcelo vio el otro día una película, una de la que no recuerda bien el título. En ella aparecía un niño pobre que no tenía nada y con una familia parecida a la suya. Pero el resto de la historia en poco se parece a la actual situación de Marcelo, ya que como en toda buena película hollywodiense, al final de la película el protagonista logra la ayuda de mucha gente y celebra una gran cena de Navidad junto a su familia. Marcelo se pregunta porque a él no le ocurre eso, porque nadie le ayuda, porque él no merece una Navidad como el resto de la gente.

Marcelo es víctima de un mundo de luces brillantes y anuncios llamativos, el mundo del consumo masivo, donde una navidad de paz y amor ha sido convertida en una carrera por el derroche y la avaricia. Una carrera en la que no se tiene el más mínimo reparo en atropellar a gente como Marcelo. Un mundo donde te muestran una navidad idílica, ¿cómo le explicas a Marcelo que la suya no será así?

Paz y amor pero también solidaridad. Es muy frecuente en estas fechas encontrarse con campañas en para donar alimentos o alguna cosa similar: una buena forma de limpiar la conciencia para poder disfrutar mejor de estas fiestas. A Marcelo le vendrían muy bien esas migajas que le arrojamos pero eso no cambiaria su situación.

He escuchado con frecuencia gente diciendo que la Navidad no es una fiesta cristiana, es una fiesta mundial, en la que cualquiera se puede identificar con los valores de paz y amor, pero como hemos visto estos valores poco o nada tienen que ver con la Navidad actual, entonces que pretende la gente que predica la Navidad como fiesta global: ¿es un intento por difundir paz y amor o por no querer perder a un amplio sector de consumidores? En este mundo no importa de qué religión seas, importa el dinero que tengas y lo dispuesto que estés a gastarlo. Un mundo de consumo, alegría y felicidad siempre que no te llames Marcelo y tengas 8 años.

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